¿A qué nos referimos con el arte feminista? Es un arte que cuestiona —desde sus temáticas, procesos, materiales y modo de involucrar a las personas— las dinámicas de exclusión, invisibilización y violencia producidas por construcciones desiguales de género, y que configura propuestas alternativas en este sentido. La coincidencia de la formación de Mónica Mayer como artista en la Escuela Nacional de Artes Plásticas en la Ciudad de México.
Me gusta desdibujar límites casi tanto como juntar ideas o formas de trabajar. Esta pieza reúne mis intereses formales y políticos en los setentas: la fotografía, el tapiz, el feminismo, el dibujo, la búsqueda de un lenguaje “femenino”.
La fotografía es de la primera marcha feminista a la que asistí, en 1977, organizada por la Coalición de Mujeres a la que me había unido. Las fotografías las tomó Víctor Lerma. Demandábamos maternidad voluntaria y aborto libre y gratuito. Éramos una treintena de aguerridas mujeres.
El periodiquito de la Coalición de Mujeres Feministas. La manifestación también la documentó Ana Victoria Jiménez, a quien conocí en la Coalición de Mujeres mientras trabajábamos en Cihuat, el pequeño periodiquito que publicábamos. Fue el principio de una larga amistad y complicidad que nos ha llevado a desarrollar diversos proyectos. Esta fotografía, como muchas otras, es de Ana Victoria Jiménez y forma parte de su archivo que se encuentra en la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana. No fui sola a esa manifestación. Eran los setentas, una época muy represiva y mi mamá insistió en acompañarme. Ahí conoció a varias de las feministas, decidió integrarse al movimiento. Ella estaba en un grupo y yo en otro. Salimos en las páginas de un periódico retratadas juntas en la manifestación. Es una de mis fotos preferidas. Aquí una descripción un poco más amplia de aquella manifestación.
Uno de los elementos que más me gusta del feminismo es la idea de sororidad.
Esta pequeña pieza la hicimos para celebrar la exposición Historias de Casa de Magali Lara en Los Talleres y hablar de esos aspectos de la vida diaria de las que tradicionalmente nos encargábamos las mujeres para hacerla más cálida y significativa. En este caso nos reunimos sus amigas y su hermana para darle cada una un pequeño regalo simbólico.
Yo le di un recuerdo de cuando estaba en primaria y la maestra salió del salón. Le dije a mi noviecito que echáramos relajo y como él no quiso porque la maestra nos había dejado estudiando, lo corté.
En la exposición nada se exhibió mi participación, que pueden ver aquí, pero es muy interesante ver el trabajo de las demás participantes. Se encuentra en el archivo de Pinto mi Raya.
Mónica Mayer, 2016
El feminismo me ha llevado a hacer cosas extremas, como aprender a tejer.
Motivada por la idea de recuperar las tradiciones femeninas a través del quehacer artístico, le pedí a mi tía que me enseñara gancho, que manera me parecía más cercano al dibujo que las agujas. Armada con el conocimiento básico, empecé a tejer cuadros que presenté en mi primera exposición individual en 1977, en el Taller Cultural San Jacinto. Las formas me intrigaban.
Después me metí a clases de taíz en la galería Kin. Quedé fascinada con la urdimbre y la idea de ir construyendo poco a poco. Armada con el conocimiento básico, convoqué a un grupo de amigas a reunirnos en la casa para compartir este nuevo conocimiento. Y tejí más cuadros.
Más o menos en esas épocas, Sebastián, que era nuestro maestro en San Carlos, nos invitó a exponer en Nueva Acuarela, una exposición que él organizó y que se inauguró en Bellas Artes y después viajó por la república. El texto del catálogo fue de Raquel Tibol y habla de la obra de 30 jóvenes con una “actitud revisionista y algo contestataria”.
Para mí esa fue una experiencia importante porque jamás había trabajado la acuarela, que se convirtió en una técnica que, junto con el gouache y la tinta, he seguido usando toda la vida.
En esa ocasión el gusto por el tapiz y todo lo que estaba aprendiendo en el feminismo en torno a las relaciones patriarcales entre hombres y mujeres me llevaron a plantear esta serie llamada Tapices que individualmente se llaman: Tapiz para un amigo, Tapiz para un seductor y Tapiz para un violador. Había otra pieza, llamada Tapiz para un amante. No sé qué pasó con ella. Esta pieza estuvo guardada por casi 40 años.
Mónica Mayer, 2016
Sin plantearlo explícitamente, esta exposición fue una de las más radicales de la época en términos feministas ya que reunía a una serie de mujeres artistas cuestionando las ideas convencionales de la normalidad. Ni siquiera había que mencionar la palabra mujeres, sexo o género.
Yo participé con una pieza interactiva que consistía en 10 tarjetas postales sobre tabúes sexuales. En cada una de ellas estaba mi rostro con 10 expresiones que iban desde el gusto hasta el horror y abajo un texto que imitaba la redacción de algunos tests de revista femenina en el que se le pedía al público responder a la pregunta de cada tarjeta trazando un círculo alrededor de la expresión correspondiente, sumar el resultado, restarle su fecha de nacimiento y, si el resultado era menor a 10 puntos (lo cual era imposible), la persona se podía considerar “normal”.
El resto de las tarjetas decían: Quiero hacer el amor: con mi amante, antes de casarme, con mi padre, con un animal, con un niño, y que me paguen, con un violador, con una mujer y conmigo misma.
En su momento lo que más me interesó de la obra fue que abordaba tabúes sexuales. Hoy me llama la atención que empezaba a mezclar elementos performáticos en las piezas bidimensionales: por un lado al integrar mis imágenes con distintas expresiones y por otro al requerir la participación del público.
Esta pieza me la compró el MUAC, lo cual me da mucho gusto pues es la primera (y única) que ha adquirido un museo y de las pocas que he vendido.
En 2015, la pieza fue parte del programa El MUAC en tu casa y se fue a casa de una alumna de la Prepa 4, del equipo Mistli Totecatotl, en donde convivió con la comunidad durante varias semanas.
Uno de los eventos del proyecto fue la interpretación de la pieza que hizo María Rodríguez Cruz de título Si Peña fuera mujer. Ella presentó una instalación que asemejaba un salón de belleza e invitó al público a enviar una postal a presidencia para enterarlo de la discriminación a la mujer a través de 10 tarjetas con 10 gestos de Enrique Peña Nieto a preguntas como: “Si Peña fuera mujer ¿qué cara haría al enterarse de que en México: Diariamente 6 mujeres son asesinadas, Muere 1 mujer cada 9 días por violencia doméstica y 80% de las mujeres sufren violencia de género. Cruel como es esta artista tan joven como admirable, en lugar que trazar un círculo, invitaba al público a besar la foto de Peña para marcar su respuesta. Cada tarjeta ya venía con la dirección de Presidencia y con timbre. Me pregunto qué cara pondrían cuando las recibieron.
Mónica Mayer, 2016
Realicé estas piezas durante mi estancia en Los Ángeles, cuando empecé a trabajar la fotocopia pues era de mejor calidad que la de México y me interesaban sus posibilidades en términos del trabajo en serie. Aún no conocía la transgrafía, por lo que de alguna manera se podrían considerar collages.
En esta serie, de la cual falta una en la que integraba el retrato de mi tía, mi abuela, mi bisabuela y mi tatarabuela del lado paterno, trazo diversas genealogías: la relación con la imagen de la mujer en la cultura católica, la relación con mi madre y mi relación con el feminismo.
La foto de arriba, que ya he mencionado en la entrada de la pieza Primero de diciembre, nos muestra a mi mamá y a mí en la primera manifestación a la que asistí en 1977 con la Coalición de Mujeres.
Mónica Mayer, 2016